domingo, 9 de agosto de 2009

realidades

Aquel que produce el objeto a contemplar, desea hacer visible su creación, situándola en suspenso. El arte en su origen fue algo asociado a la alucinación, al asombro, a estados de trance… Vehículo de deslumbramiento. Desde ese estado original de exigencia, el acto atávico de la pintura, desde su autoafirmación se sitúa en nuestras sensaciones físicas, corporales y psíquicas… Cada obra de arte exterioriza una visión del mundo.
Contrarios a “la nada” como expresión de un mundo “ideal”, para simbolizar, o expresar el universo en el “afán desesperado por liberar al arte de la objetividad” con la creación de su cuadrado negro –el símbolo del desierto-, de 1913, (Maliévich. Ucrania, 1878-1935), estos cinco insatisfechos jóvenes artistas asumen un impulso común que ocupa el centro de sus intereses: el acto febril de pintar que avanza desde dentro hacia fuera; y “la nada” es inconcebible en estas inquietas obras que nos presentan hoy. Es prerrogativa del artista adentrarse en la dirección que da contestación al mundo contemporáneo.
Modificando el sentido de lamentación de Goethe cuando expresa: "Soportaría complacido la carga de ser maestro sólo si los pupilos no se convirtiesen tan pronto en maestros", debo inversamente, sentir complacencia al ver con que pasión, temperamento y entrega estos cinco artistas comienzan a transitar la vida de la pintura.
Decía, que las obras de arte son objetos a contemplar, o meditar y contemplar -es la exigencia que se hace hoy al observador de éstas-.
El arte – y la pintura en particular-, es estatuto irrevocable de nuestro cuerpo, luego, el trazo inundado de pasión y color revela el camino.
Octavio Russo. Caracas noviembre 2008

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.realidad difusa

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serie "realidad difusa"

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